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Set clásico de ajuste

Cuando nos quisimos acordar, la nueva derecha no tenía nada de nuevo y van cumpliendo paso a paso el manual del ajuste neoliberal que, en la campaña electoral, Daniel Scioli vino denunciando y al que Macri y sus economistas desacreditaban como un vocero de la "campaña del miedo".

Cuando nos quisimos acordar, la nueva derecha no tenía nada de nuevo y van cumpliendo paso a paso el manual del ajuste neoliberal que, en la campaña electoral, Daniel Scioli vino denunciando y al que Macri y sus economistas desacreditaban como un vocero de la "campaña del miedo". Esta semana el ministro Prat Gay puso negro sobre blanco que la alegría no era ni será para la mayoría de los argentinos sino que alcanzará sólo a los sectores concentrados, regalándoles cuantiosas sobretasas de ganancias a través del set clásico de políticas de ajuste: devaluación, eliminación y bajas de retenciones, subas de las tasas de interés, despidos, ajuste fiscal y techo salarial, metas de inflación y el retorno al endeudamiento externo.

El diagnóstico que hace el PRO y que describe como una pesada herencia, es que la economía argentina estaba "sobrexpandida", es decir que existe una demanda excesiva (la fiesta del consumo) y que, al mismo tiempo, se tomaron medidas equivocadas que no dejaron que las "fuerzas productivas" (la inversión) se desplegaran. Se escucharon y escuchan las voces de los economistas de la city decir que la Argentina estaba funcionando por encima de sus posibilidades reales y que había que adaptar esa demanda excedente a una oferta menor, ergo, hay que ajustar el consumo interno y, paralelamente, incrementar la tasa de ganancia para que los empresarios inviertan.

El modelo del Frente para la Victoria era diferente porque, para seguir manteniendo altos niveles de salarios y empleo se comprometía a expandir la oferta productiva (plan industrial de mediano y largo plazo) sin reducir los niveles de vida de la población. Para desplegar esta operación de pinzas el gobierno debe inventar la fábula de la bomba que estaba por explotar, de un déficit fiscal excesivo, de un Estado ineficiente, sumado a que no haber pactado con los buitres en sus desmedidas y obscenas demandas fue más costoso para el país que no haberlas aceptado sin chistar.

Esta visión le abre la puerta a la inevitabilidad del ajuste y a efectuarlo para corregir la herencia kirchnerista. ¿Por qué decimos que esta no es una nueva derecha sino una que atrasa por lo menos 60 años? Porque son los mismos argumentos que se utilizaron para efectuar todos los planes de "estabilización" (ajuste) que se implantaron en Argentina entre 1955 y 2002. Tampoco la matemática creativa para justificar un ajuste es sólo patrimonio del PRO. Un ejemplo. La dictadura de la autodenominada Revolución Libertadora -que también venía a liberar las fuerzas productivas- contrató al economista Raúl Prebisch para realizar un informe sobre la herencia del gobierno de Perón y en menos de un mes elaboró un informe donde se concluía que "la Argentina atraviesa la crisis más aguda de su desarrollo económico; más que aquella que el presidente Avellaneda hubo de conjurar ahorrando sobre el hambre y la sed, y más que la del 90, y que la de hace un cuarto de siglo (1930), en plena depresión mundial.....están seriamente comprometidos los factores dinámicos de la economía".

Para ese informe, se utilizaron datos hasta 1952, año de una gran sequía y crisis de balanza de pagos. Por el contrario, ya para 1955, la situación se había casi normalizado pero el Plan Prebisch que puso en marcha esa dictadura, justificó decisiones de política económica de cúneo fuertemente conservador con un informe desactualizado y sesgado.

El ministro Prat Gay, para avanzar con el fortísimo ajuste fiscal en marcha, infló los números del déficit fiscal incrementando gastos y bajando ingresos del 2,3% a 5,8% del PBI. En su presentación habló de una baja del déficit 1% que implicaría un ajuste del 17% medido en base al cálculo PRO, pero que en relación al 2,3% es casi 50% calculándolo con los indicadores que el propio FMI estimó para la Argentina en su página web. Otro dato a tener en cuenta sobre el déficit, es su composición. No es lo mismo, un déficit con un alto contenido de intereses y deuda en dólares -como en los 90s- que otro donde la mayoría de los gastos son en pesos. Es decir, un déficit como el actual, no sólo es bajo en términos internacionales, sino que es sustentable (pagable).

No nos atrevemos a pensar lo mismo sobre la nueva composición de las cuentas fiscales que está activando Macri: caída abrupta de ingresos por eliminación de retenciones y por estimular una recesión "correctiva", y mayores gastos en dólares a partir del plan de tomar deuda externa por U$S 30 mil. El ministro, además de establecer metas fiscales, explicitó metas de inflación, dando rienda suelta al capítulo 2 del manual económico neoliberal. El plan antiinflacionario que se exhibe se basa en el conocido latiguillo de bajar el déficit fiscal y su financiamiento vía emisión del Banco Central, pero todos sabemos que el verdadero plan es corregir vía una recesión que atemorice tanto a los empresarios a subir mucho los precios -con el látigo estatal de abrir la importación- como a los trabajadores a pedir acuerdos salariales que les permitan recuperar la inflación anualizada que hoy supera el 35% porque los podrían despedir.

Elegir entre no perder el empleo o perderlo por exigir mejoras salariales, como dejó trascender el Ministro, es poner en marcha el plan de empobrecimiento de los trabajadores, que recuerda a las asambleas del 2002 cuando los propios laburantes votaban bajarse los salarios para conservar el empleo. ¿Cómo pasamos en un mes de reivindicar como máxima demanda sindical la baja del impuesto a las ganancias, a estar preocupados por el seguro incremento del desempleo y la caída de los salarios reales? No fue magia, son las bases programáticas del modelo PRO. Respecto a la negociación con los fondos buitre, los enviados del gobierno ya tomaron nota -literalmente- de la deuda ilegítima reclamada y no debemos esperar que la ferocidad en la negociación en defensa del interés nacional sea tan intensa como la desplegada contra empleados estatales, los trabajadores de Cresta Roja o los municipales de La Plata. Al fin y al cabo, para pagarle a los buitre, el país volverá al endeudamiento externo y para solventar esos abultados compromisos se necesita un sacrificio. En este primer mes ya existen señales claras sobre quienes pondrán -literalmente- el cuerpo para el ajuste.  



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