ALUCINEMA | cine | cine argentino | Hollywood

"El mecanismo que sostiene al cine está en crisis"

Mariano Llinás, director "La flor" y otros films centrales del cine argentino de estos años, habló con Infonews sobre el estado de alarma que vive la producción local.

<p>Mariano Llinás</p> (Gonzalo Magliano)
Mariano Llinás (Gonzalo Magliano)

Mariano Llinás es una rara avis en el cine argentino. Con su productora El Pampero Cine ha filmado películas ambiciosas como la excelente y arriesgada La Flor, que dura catorce horas, sin pedir subsidios del INCAA. Convocado por la revista Crisis, escribió un artículo en el flamante libro digital gratuito “La vida en suspenso. 16 hipótesis sobre la Argentina irreconocible que viene” (Ed. Siglo XXI), donde también participan Rita Segato, Horacio González, Diego Golombek y Alejandro Bercovich, entre otrxs. En vez de intentar imaginar un futuro, decide pensar el cine que teníamos hasta el 18 de marzo. Películas sin público, festivales que se festejan así mismos, subsidios que promueven trabajo pero no siempre buenas historias, son algunos de los temas que plantea en el artículo y repasa en diálogo exclusivo con Infonews.

“Está la idea de cierto mecanismo que está en crisis, que todavía de alguna manera sostiene al cine pero es una cosa un poco anacrónica”, afirma Llinás en la entrevista. Se refiere a un arte que intenta mantener su prestigio con festivales y premiaciones señoriales de alfombra roja, pero que cada vez tiene menos público. Hoy, salvo los tanques de Hollywood y honrosas excepciones, el cine depende del apoyo estatal. Antes era el centro de la industria cultural, hoy es subsidiario de la televisión y pierde terreno ante las series que se ven por streaming.

Llinas es parte de una familia de artistas. Su padre Julio fue escritor, crítico de cine y poeta surrealista, entre otras andanzas. Su hermana Verónica es una gran actriz y humorista que en los últimos años sorprendió con sus videos irónicos del macrismo que se viralizaron en las redes sociales.

Mariano emprendió el difícil camino del cine en nuestro país. Egresó de la Universidad del Cine y se desempeña en todos los roles del rubro: es guionista, productor, actor y director. Cada película suya es una apuesta a un cine no convencional, celebrado en festivales como el BAFICI y por un público en busca de nuevas historias. Advertencia. No significa que sean películas lentas de un estilo indefinido. No reniega de los géneros y se caracterizan por un ritmo atrapante.

A su manera, Mariano Llinás es un pensador del cine. Es docente y un agudo analista de nuestra pequeña industria audiovisual, dependiente del apoyo estatal. Desde su productora El Pampero Cine (fundada en 2002) viene promoviendo nuevas formas de producir, filmar y exhibir películas. Películas como Balnearios (2002), Historias extraordinarias (2008) y La Flor (estrenada en 2018 y cuyas protagonistas son las integrantes del grupo teatral Piel de Lava) le han valido un reconocimiento merecido. Ninguna fue hecha con subsidio del INCAA. “El grupo del que yo formo parte tiene la tradición de trabajar por fuera de los mecanismos de financiación estatal, ¿por qué es esto? porque los mecanismos de financiación estatal tienen determinadas exigencias porque en el fondo son mecanismos de subsidio a una industria y no a una práctica artística”, explica.

Infonews: —¿Cómo veías vos el panorama del cine antes de la pandemia?

Mariano Llinás: —Creo que en los 80 todo el mundo pensaba el cine de la misma manera y ahora no. Hoy si yo pienso en lo que es el cine contemporáneo y lo que pensás vos, no tengo la menor certeza de que estemos pensando en lo mismo y en ese sentido sería interesante hacer alguna disección de cómo el cine había abandonado los espacios que tradicionalmente tenía, cómo el cine se había convertido en algo que tenía que ver básicamente, en algunos casos con cierta explotación comercial parecida a la televisión y con otros con una cuestión reservada al circuito de festivales que un poco había resignado la posibilidad de ser vista con alguna masividad en lugares de proyección.

In: —¿Pensás que la sala de cine era un lugar simbólico, de consagración, de prestigio, a donde iba a la gente, y que eso estaba desapareciendo? ¿Cuál es el lugar hoy de la sala de cine?

ML: —Es una cuestión que empezó a interesarme personalmente desde hace diez años, en el sentido de que hacía bastante tiempo que para la gente es lo mismo la proyección cinematográfica que la visión de una película en un monitor de una computadora. No estoy hablando solamente del público sino también, por ejemplo, de las personas que dedicaban su vida a las películas, es decir, concretamente los críticos y los programadores de festivales, y los funcionarios. Yo pude comprobar que prácticamente no veían películas que no fueren en pequeñas computadoras o los pequeños dispositivos portátiles. Habían perdido el hábito o la obligación de ver las películas en proyección y al mismo tiempo que yo me doy cuenta de eso, me doy cuenta de cuán grande es la diferencia. Cuando vos ves que en las películas existe cierto cambio de lenguaje que va muchísimo más a los primeros planos y a ciertas formas parecidas al videoclip, eso tiene que ver con que tácitamente no están pensadas para la proyección sino para la edición en computadoras pequeñas. Entonces eso tiene que ver con otra discusión que es cómo hacemos que la proyección se mantenga. Esa es otra discusión completamente diferente, la proyección cinematográfica es una especie en extinción y los cineastas tenemos que inventar la manera de que eso no sea un acontecimiento lujoso sino que pueda reinventarse de una manera como fue siempre.

In: —¿Por qué crees que perdió público el cine o esta forma del cine?

ML: —Es una pregunta que la respuesta no tengo clara. Hubo mucha competencia que tuvo que ver con una especie progresiva, aparición de mecanismos de exhibición, es decir la televisión avanzó mucho, desde siempre, empezó a ganarle y a ganarle y a ganarle. Apareció el video home que permitía ver películas cuando uno quería; apareció los dvd que permitían ver las películas en buena calidad, después los televisores grandes y el streaming. También empezaron a existir formas sociales que fueron cambiando. A mí hay algo que me impresiona mucho. Por ejemplo yo hice una película que se llama La Flor que durante mucho tiempo decidí que se viera solo en proyección, es decir, decidí negársela al streaming porque me parecía importante, por las características de la película, entonces me parecía importante que la película fuese vista en proyección y nada más. La reacción del público, sobre todo de la generación de menos de 30 o 35 años, fue de indignación frente a eso. Parecía indignante que la película no fuese algo que esté disponible permanentemente para el acceso en cualquier momento. Eso es un cambio cultural enorme, quiero decir para los que tenemos más de 40, ver una película era tradicionalmente algo difícil. No soy lo suficientemente sociólogo para entender eso, simplemente puedo decir las cosas que yo noté, ciertos cambios en relación a lo que significaba una película. Antes una película era algo que valía la pena ir a buscar y en algún momento pasó a ser algo que de alguna manera tenía que venir hacia uno.

In: —En el artículo hay una frase tuya muy dura: "leí el guión, yo lo hago, es una mierda pero es guita, total al final no lo ve nadie". Pareciera que ya no importan tanto las historias sino el hecho de bueno hacer las películas para cobrar. Eso es así, ¿está extendido?

ML: —Eso está deliberadamente puesto, una manera informal. O sea yo no tengo la intención de ser policía y no tengo la intención de hacer una crítica de los manejos estatales necesariamente, es decir, lo hice a lo largo de toda la vida. Las películas en el fondo se hacen para que la corporación de técnicos, de escritores tenga laburo, para que los músicos, los actores... lo importante es mantener el movimiento, esa mecánica, lo cual es una de las posibilidades. Eso en su momento, en el 2003 cuando se empezaron a tomar esas decisiones yo lo discutí mucho. Tantos años después ya es un poco ocioso, hay un montón de gente que vive de eso. Entonces ya la discusión no puede seguir siendo la misma, pero lo cierto es que la única idea que sostiene el mecanismo de producción de películas es el mantenimiento de un sistema que le da laburo a la gente, nada más. Salvo algunas decisiones que se tomaron en los últimos directores del INCAA del kirchnerismo, concretamente Mazure y Cardoso, que fueron sobre todo las cuestiones derivadas de la Ley de Medios, donde empezaron a hacerse programas de televisión en las provincias que eso dio laburo a todo el mundo. No tenía mucho que ver con el cine pero fue interesante, y después el macrismo no se hizo cargo de nada. Lo único que sostuvo las películas fue en algún punto la idea de que la cosa se mantuviera en marcha, qué se iba a hacer con esas películas, qué sentido tenían en relación con la demanda, cómo aumentar esa demanda, bueno, de eso no hubo nunca ningún plan.

In: —Lo que algunos suelen decir es que hay como una concentración de las grandes salas y de los tanques Hollywoodenses y que uno de los problemas es que no hay espacios para exhibir las películas o difundirlas. ¿A vos qué te parece?

ML: —No tiendo a caer en eso, es decir, acusar a las grandes cadenas, no querer pasar las películas de Diego Lerman o de no querer pasar La Flor, que dura 14 horas, bueno, me parece bastante natural. Es decir, por qué esas empresas, que forman parte de cadenas multinacionales que no tienen ninguna relación con cierto tipo de cine... o sea yo no participo de ese tipo de regulaciones que buscan echarle la culpa a los sectores privados. A mí lo que sí me interesaría es que aparecieran otros cines, en lugar de ocupar los cines de la industria o de las grandes cadenas con películas que no tienen nada que hacer ahí, me parece que lo interesante sería que el Estado, en todo caso, fomentara o apoyara la aparición de determinados espacios donde se den películas que tuvieran más que ver con el tipo de objeto que se proyecta. Yo en ese sentido tengo una especie de antiguo germen liberal con el que no sé qué hacer, pero me parece más bien lo que habría que hacer es crear espacios de la misma manera que el teatro independiente, del que yo aprendo mucho y con el que tengo mucha relación, no esperó, no se quedó protestando porque no pasaban las obras de las compañías independientes en el Teatro Lola Membrives. Hizo sus teatros, armó su público y de alguna manera logró marcar agenda al teatro oficial y a la manera en que el Estado regulaba también el teatro y yo creo más bien en ese tipo de formas de autogestión y que el Estado sea permeable a esas formas de autogestión, no creo por ejemplo en las ideas de cuota de pantalla en las que se obliga a los cines... porque eso termina por no funcionar. Digamos nadie quiere proyectar su película en un lugar que no la quieren proyectar, a mí no me gusta eso, no me interesa.

In: —En esa línea, ahora con la pandemia se potenció mucho lo que son las plataformas de video demanda ¿Crees que puede ser un escenario nuevo e interesante para pensar el cine?

ML: —Me parece que puede ser. Yo no le había dado pelota nunca a eso. Tan enganchado en los mecanismos de proyección, la idea de las plataformas me parecía en general mala porque implicaba un avance de la televisión. Lamentablemente, la aparición de la pandemia naturalmente te obliga a cambiar de visión porque no hay otra cosa, pero me parece que es algo de lo que se puede investigar. Para decirlo de alguna manera, en términos generales yo siempre estoy a favor de la democratización de los medios. Es decir, todo aquello que de algún modo contribuya a la diversidad a mí me va a parecer bien. En cambio, todo lo que contribuya a la concentración a mí me va a parecer mal. Digo eso es como una especie de posición casi de principios, si la sensación que a mí me daban las plataformas es que no parecían tener esa voluntad de abrir el juego, sino al revés, por ejemplo Amazon. Habían logrado generar en el gusto del público una sensación que mucha gente, incluso mucha gente del palo o mucha gente que tenía determinada competencia cultural o acostumbrada a consumir cultura había empezado a decir, primero como chiste y cada vez menos como chiste, "si no está en Netflix no existe", bueno, eso inicialmente era un problema, ahí hay un potencial inconveniente por lo que no hacemos películas, es decir aparece una especie de nuevo titán. La experiencia de La Flor (está disponible gratis en el portal Kabinett) me resultó muy grata y con muchas posibilidades de experimentación, o sea la idea de la película, de ir comentándola, de ir definiendo cuando se pasa… Bueno, era una cosa que todavía mantenía cierto esquema artesanal que las plataformas como Netflix me parece que no tenían. Entonces, si el streaming se vuelve capaz de albergar objetos diferentes, de generar comportamientos entre el espectador y el exhibidor particular, bueno me parece que sí puede ser un camino.



Dejá tu comentario