Sobre los modos posibles de maternar, conejos y cicatrices: un libro que repara
"Los ruidos vienen de la cocina" es una autoficción de la periodista Maia Debowicz que surge de lo más íntimo que puede haber: de casas y madres que pueden ser dañinas o un refugio, de vajillas rotas y cicatrices vinculares. Infonews conversó con la autora sobre su flamante libro, editado por La Crujía.
Los ruidos vienen de la cocina es una historia sobre conejos, el estirón de la infancia a la adultez, de relaciones familiares intensas y tensas, y es, sobre todo, "una historia de desamor que se va transformando en un amor posible", según las propias palabras de su autora al momento de conversar con Infonews. Quien escribe es Maia Debowicz, escritora, dibujante, crítica de cine y periodista en Página/12, La Agenda, y columnista en Todo Pasa en la Urbana Play. Este libro es una autoficción editada por La Crujía.
Warhol, She-Ra y una gran familia de conejitos son algunos de los personajes que trazan esta novela. Después, por supuesto, está la madre: "Nunca se sabe cuán lejos puede llegar una madre", dice Maia. Pero dejemos que la entreviste hable por sí misma:
Infonews: ¿Cómo fue el proceso de elegir la tapa?
Maia Debowicz: Era difícil encontrar una imagen que represente lo que sucede en el libro y, al mismo tiempo, que no se vuelva literal. Si poníamos una cocina, corría el peligro de que sonase como algo arquitectónico o de diseño de interiores… Entonces se decidió no poner lo obvio. ¿Y qué quería generar? Bueno, un clima como de terror hogareño, porque la historia tiene eso de entre “lo familiar”, pero familiar en el sentido que incomoda, y entre el ritmo de la noche; ese pulso que tiene la madrugada en una casa donde los ruidos se vuelven amenazantes.
Lo que narro tiene que ver con la incertidumbre, el no dormir por lo que acontece dentro de la casa y fuera de ella. Entonces, el reto fue representar el refugio, que es la casa, y esa vajilla, que a la vez está quebrada, rota. A partir de eso se habla un poco de las roturas familiares y vinculares. Además, la cocina también es un espacio protagonista en la novela: desde el cocinar, desde las charlas que suceden ahí, desde las decisiones que se toman… También es el lugar que se convierte en una clínica de maternidad porque es donde nacen los conejos. Es el lugar donde la protagonista se reconstruye cuando logra reencontrarse con la comida y el cocinar desde un lugar positivo. Ahí sucede la vida, la muerte y los momentos más importantes. Cada elemento de la vajilla tiene una historia, tiene marcas, cicatrices que son esas grietas.
Con el paso del tiempo, la cocina se fue transformando para mí, igual que en la novela. Significaba la presencia de mi madre (de la real y la de la ficción) y era un lugar terrorífico, porque yo tuve con ella una relación difícil, tortuosa, dolorosa… y en la novela también empieza a simbolizar otras cosas, y es entonces que empiezo a adueñarme de ese lugar al que tanto le huía. Y me obligan a hacerlo los conejos, cuando encuentro esos gazapos, esos conejos recién nacidos atrás de una tabla de planchar en mi cocina. Y a partir de que irrumpe la vida, ese espacio se transforma, no por una decisión mía, sino por un accidente. Ahí el terror se convierte en otro y después muta en una historia de amor. O sea, la cocina empezó como una historia de desamor y se va transformando en un amor posible.
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Infonews: En tu Instagram posteaste, en joda, que cuando se publicara este libro ibas a huir del país… ¿Cómo enfrentaste al final ese abrir las puertas de tu intimidad?
M.D.: Bueno, yo suelo ser un poco nudista en mis textos, pero acá fui más allá de lo que he hecho hasta ahora. Mientras escribía, traté de no ser del todo consciente de que iba a ser leído, porque sino eso me condiciona. Siempre me preocupa lastimar a quien sea que lea. Eso hizo que no le dé lugar al pudor. Me acompañó muy de cerca Flor Monfort –quien escribió el prólogo– y es quien me acompañó durante todo el proceso. Ella también es mi editora en Página/12, es amiga y lo que precisaba para este libro, porque necesitaba no trabajarlo en soledad, para poder tomar un poco de distancia de mi historia, y ver qué necesitaba el relato.
Porque hay hechos de la vida real que pueden parecer de película, pero que en un texto no funcionan.
Me expongo a mí, pero trato de ser cuidadosa con cómo expongo a los demás. Muchas cosas de mi madre y del personaje en la novela son ficcionales porque yo decidí no contar cosas que le corresponden a la otra persona. Los secretos del otro son del otro y en eso soy muy respetuosa. O sea, cuido a los demás, incluso si no tengo más relación. Para mí eso es sagrado.
Cuando vi que el libro existía, ahí tomé conciencia y me dio mucho vértigo y por eso escribí ese texto de que me iría del país.
Infonews: Creo que, en general, la relación con las madres siempre es compleja. Y con los padres tanto no se da porque suelen tomar una posición más lejana con la paternidad. En tu novela narrás una crianza invasiva, medio como que anula tu voz en cierto punto. Y es muy interesante cómo eso después termina contrastando con vos como madre, con Warhol, She-Ra y los conejitos. En ese momento, en la vida real, ¿eras consciente de ese paralelismo?
M.D.: Y… todo fue caótico y yo actué en medio de la desesperación, y después recién analizaba. Me encontré con un yo muy lejano a cómo había sido criada y quien había sido por 30 años. A partir del nacimiento de los conejos y de esta madre coneja, muy diferente a mi mamá, tuve la oportunidad de conocerme de otro modo. Y me encuentro entonces teniendo que ser una cuidadora sin ser madre, porque tenía que hacerme cargo de los conejos que la madre coneja no quería. Ahí se genera un contraste con mi historia, porque venía de un lugar donde para mí toda madre era dañina. Y de repente aparece una maternidad animal en mi casa, muy amorosa.
Siempre ejercí mucho el control, tanto el autocontrol como hacia los demás, porque mi mamá tenía ciertas violencias y de un momento al otro su mirada cambiaba, y uno sin entender por qué. Entonces yo tendía a tener todo bajo control, pensando que podía evitar eso. Pero cuando llegan los conejos, todo se vuelve un caos donde no hay posibilidad de control ni autocontrol, y fue la primera vez que cedí y tuve que encontrar otro modo. Y eso fue muy sanador. Hizo que me diera cuenta de que yo no podía controlar nada, y menos a mi mamá. Y fue muy, muy liberador descubrir que no estaba en mis manos y que yo no podía cambiar esa historia.
Infonews: ¿Tenés algún libro en mente que nos puedas recomendar? ¿Algo que hayas leído recientemente y te haya impactado?
M.D.: El último que me gustó muchísimo es autoficción, tipo diario: El Diario Inconsciente, de Santiago Loza, editado por Bosque Energético. Es una especie de reconstrucción de las vivencias que tuvo Santiago Loza en su internación psiquiátrica hace más de 20 años. Lo leí apenas terminé de escribir mi libro y me conmovió mucho porque, en el mío también se habla de salud mental, hablo de psiquiátricos, y justo me lo topé porque lo iba a entrevistar.
Me conmovió enormemente plantear una autoficción, pero con una distancia tan grande de tiempo.
Es esa distancia que a veces uno necesita para lograr reconstruir una historia, reconstruirse uno. Ser espectador y lector de la propia vida, porque creo que sin distancia no hay historia posible. Lo leí hace un par de meses y todavía lo sigo pensando.
Infonews: Para terminar, ¿tenés planes para un próximo libro? ¿Hay alguna idea por ahí que ande dando vueltas?
M.D.: Sí, estoy trabajando en algo nuevo... pero no puedo contar mucho. Recién estoy empezando, pero va a funcionar un poco como continuidad. Me está pasando que escribo este de una manera diferente a mi primera novela, ¿Y si no es suficiente? Así que estoy viendo, encontrando el tono y la identidad del nuevo libro. Además, escribo porque es mi manera de traducir lo que me pasa. Pero estoy recién arrancando.