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La ministra que cayó sobre la escuela pública

Un docente de nivel primario de una escuela pública porteña reflexiona sobre "la militancia" de Soledad Acuña en contra de las y los trabajadores de la educación.

<p>María Soledad Acuña y Horacio Rodríguez Larreta</p> (@horaciorlarreta)
María Soledad Acuña y Horacio Rodríguez Larreta (@horaciorlarreta)

Cuando comenzaba su trastabillante periplo vía abajo en la cartera educativa, la ministra de Educación porteña, Soledad Acuña, sonreía ufana ante las cámaras y el beneplácito de los medios hegemónicos, cuyas luces la glorificaban y en donde los periodistas la colmaban de elogios. Hoy en día lo sigue haciendo, pero ese escenario parece ser el único donde puede explotar sus recursos "MaríaEugeniaVidalescos": tonos de voz sutiles, respuestas evasivas e impostura de gestos y sonrisas que le han servido para moverse con soltura en ese ámbito y explicar lo inexplicable de su gestión.

En unos videos recientes, correspondientes a una reunión virtual con el diputado Fernando Iglesias, la ministra, muy cómoda ante su compañero de Juntos por el Cambio, mostró un rostro más sincero y expuso concretamente cuáles eran sus hipótesis sobre los principales problemas de la educación en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.

La escuela pública sufre hoy las consecuencias del abandono en áreas muy específicas, con la falta de inclusión digital (importantísimo en esta era pandémica), con una infraestructura insuficiente en calidad y cantidad (año tras año quedan familias sin vacantes), ausencia de recursos humanos y materiales en áreas claves como programas socioeducativos y una creciente desigualdad socioeconómica derivada de las políticas públicas implementadas por sus compañeros de gestión.

Sin embargo, la Ministra postula que la enseñanza es uno de los principales problemas. Es decir, la labor que realiza la docencia, acusando a trabajadores y trabajadoras de todos los niveles de impartir adoctrinamiento y sobrecargar de ideología las aulas. "Eligen militar en lugar de hacer docencia", expresó duramente ante su compañero.

Esto lo dice en un año donde la docencia sostuvo con su cuerpo y recursos propios la educación pública en la Ciudad, haciendo malabares para dar clases virtuales hasta por whatsapp ante la ausencia de dispositivos, navegando en un mar de idas y vueltas burocráticas y/o extendiendo sus horarios más allá de los límites razonables (por supuesto que nada de esto le evitó a la Ministra potenciar recortes, modificaciones al estatuto ni desatender la cuestión salarial hasta noviembre).

"Enseñamos a enseñar mal" (sic), es otra de sus hipótesis. Y ahí concentra sus dardos en los profesorados e institutos de formación con los que tiene hace años un conflicto. Se trata de instituciones que hoy resisten ante la incertidumbre de su gestión, que propone desarmarlos con el proyecto de la Unicaba.

Hay algo curioso en este punto ya que son los trabajadores de su propia área y quienes deben llevar adelante las políticas elaboradas en el Estado, pero a la vez son el principal blanco de sus comentarios y críticas, quedando demostrado así que hay un vínculo tenso, nada sano. Esto mismo lleva a pedir el fin de la relación, a la actual solicitud de renuncia que inunda las redes sociales.

La docencia interpreta cada una de sus palabras y acciones como ataques violentos a su integridad y trabajo, a su compromiso y formación, los únicos elementos que le permiten a la escuela pública sobrevivir.

Son quienes ejercen el pensamiento crítico, quienes llevan adelante su tarea como bandera y quienes sueñan con transformar el mundo desigual que ella y sus colegas crean. Son los y las docentes quienes evitan un derrumbe del sistema educativo y llevan adelante el milagro del aprendizaje en contextos a veces obscuros y marginados.

Muchos de los problemas concretos y bastante de la realidad compleja de la situación educativa solo pueden conocerse caminando las escuelas, conversando con sus protagonistas y valorando su tarea. Pero Soledad Acuña eligió caer sobre la escuela pública y atacarla. Esto, queda claro, no es accidental. Tiene que ver con su propia ideología, con su propia militancia.

*Sebastián Pérez es docente de nivel primario en una escuela pública de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires.



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