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Fito Páez fue el emblema del Cosquín: a puro hit, cautivó a todo el mundo

Abrazó a la diversidad del lineup. Tocó los hits que la gente esperaba escuchar. Fue la foto que tanto grandes como jóvenes recordarán cuando más adelante alguien mencione al Cosquín rock de este año. Fito Páez y sus canciones inoxidables fueron tan grandes como ganar el Mundial.

Empezó diciendo que esa canción pertenecía a la cultura rock, que ya era de otra época, y que los tiempos de ahora los marca el rap o el trap. Después de esa intro, llegaron las estrofas de un himno nacional: Polaroid de la Locura Ordinaria empezó a sonar en la garganta de Fito Páez e hizo delirar a todo el público presente.

Cuando se anunció el line up del Cosquín Rock con los horarios de cada show, el rosarino más emblemático de la escena picaba en punta para ser cabeza de lista del día dos, así que encontrarlo mezclado entre medio de distintos artistas de trap y poperos del Escenario Sur fue una sorpresa. 

Pero a Fito no se le escapa ningún detalle: hizo vibrar el festival durante la hora mágica. El Amor después del Amor sonó mientras el sol iba cayendo, mientras un cielo naranja cubría el Aeródromo de Santa María de Punilla y cerró con Y dale alegría a mi corazón después de que el sol cayera y se estrellara contra las sierras cordobesas. 

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Y así fue que pasó uno de los momentos -sino el más- emblemático de dos días a pura fiesta y emoción, donde Páez fue reconocido por todos: quienes lo vieron brillar con sus rizos largos durante su juventud, y por quienes lo escucharon por primera vez a través de un cd de sus padres. 

A pesar de que el horario de Airbag le pisaba los talones, no se achicó. Fito hizo lo que quiso: tocó 20 minutos más de lo previsto, con la energía suficiente como para tocar dos horas más. Agradecido a todos los músicos que tocaron el festival, se mostró como lo que es: un enamorado de la música. Se encargó de aclarar cuán valiosa era la diversidad musical, aunque él se mostró por arriba, como quien puede llevarse todas las miradas pero aprovecharlas para enaltecer a los demás. 

Sabía que tenía poco tiempo y lo administró: hit tras hit, le recordó a esa multitud que lo miraba que sus canciones son inoxidables. Solo así se entiende el fenómeno: un escenario rebalsado de día, característica que hasta ahora solo estaba reservada para los platos fuertes de la noche.


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Agradecido al festival, y al Valle de Punilla, Fito Páez le rindió homenaje a Luis Alberto Spinetta con Pétalos de sal y dejó de lado la melancolía para que Ciudad de Pobres Corazones sea lo más rockero de su repertorio. Aunque era de día, no se privó de pedir que los flashes de los celulares estén prendidos para acompañar a Brillante sobre el mic. “A ver, los de la platea, ustedes también. No se hagan los ricachones”, ironizó.

Fito dijo adiós y aunque todavía quedaba un poco menos de medio festival por delante, con íconos como Ciro y Los Persas, Babasónicos y Las Pelotas, y el toque refrescante de Dillom y Ca7riel y Paco Amoroso, hubo algo que ahí se cerró. El público del Cosquín Rock vio la historia pasar. Ahora el rosarino sigue su camino, el cual lo devolverá al estadio Vélez en abril para volver a tocar allí su disco más taquillero (al cual desarmó y volvió a armar en un estudio de grabación).

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