Sonidos diferentes se hacen fuertes en las noches porteñas

ph. Mercedes Menzottero
 

"Soy Lichi y me visto así siempre; no sólo para tocar o ver Barbie". Se ríe, bromea, interactúa con su público. Lichi es Lisandro Ruíz Díaz, un joven artista y comunicador que se hizo fuerte como Youtuber, donde su comunidad supera las 90 mil personas. 

Lichi está en Konex, en el auditorio central donde suelen otorgarse los premios que otorga la fundación que da nombre a la ciudad cultural que lo recibe un jueves por la noche (frío invernal mediante). Bromea con lo de Barbie primero porque lleva puesta su tradicional visera rosa bebé, esa misma que también adoptó su fandom. Y bromea con su look general porque también llama la atención: tiene puesta una camisa oversize que algunas personas podrían vincular con un look hawaiano pero que, en realidad, quienes tienen una cultura pop joven saben perfectamente que es una referencia a Patricio de Bob Esponja. Lo que tiene puesto, entre el rosa de la gorra y las flores de la ropa, lo convierte en la estrella de mar más popular. 

Lichi no está solo: ni arriba ni abajo del escenario. Se presenta en formato full banda con una bajista, un tecladista que juega con máquinas, baterista y un guitarrista. Él pone la voz y una guitarra rítmica llena de colores a la que castiga, en el mejor de los sentidos posibles. Suenan felices. Y se los ve así, también. Transmiten una alegría genuina, una complicidad típica de un grupo de jóvenes que comparten mucho tiempo juntos -ya sea porque estudian o van al club hace tiempo, en bloque. 

Abajo del escenario la primera persona que lo acompaña es su madre, a quien él mismo nombra y le agradece la presencia. Pero también, y fundamentalmente, está su grupo de fans que lo acompañan siempre. Son jóvenes, muy peques en algunos casos. Son desprejuiciados de todo tipo de etiquetas, como bien los impulsa Lichi desde sus letras de canciones hasta sus contenidos como youtuber. 

Lichi es un activista de la comunidad lgtbiq+ pero también es una pieza fundamental en la reinvención de la música popular. Eso es lo que deja en claro cuando se planta en un escenario. 

Cerramos los ojos y los sonidos nos llevan a orillas funkeras pero también nos recuerdan a un rock nacional fundacional y a rasgos de bossa. Toca en full banda, como dijimos, pero también en dúo con la bajista o sólo, con su guitarra y una voz compañera (que en este caso fue la de Juan Julián). También invita a una de sus aliadas en la música y contenidos audiovisuales: BB Asul. 

El viaje que propone Lichi es claro y placentero. El show pasa por distintos climas y ninguno parece ni forzado ni demás. La gente propia y de la segunda banda que tocaría en la noche lo agradece. Porque, claro, la presencia se dio como parte de una nueva noche del Sonido Konex, un ciclo especialmente curado del cual participan distintos proyectos del under. 

Una vez que Lichi bajó del escenario los telones se cerraron para preparar el set de quien cerraría la noche: El Príncipe Idiota, proyecto personal del mendocino Mariano Di Césare -uno de los músicos y compositores refentes de su generación que es cantante de Mi Amigo Invencible. 

Las canciones de esta segunda parte de la noche comenzaron en una penumbra total, con los músicos sentados. Eran Mariano con la guitarra, su bajista, un tecladista y batería. Con un trabajo visual que acompañaba a una suerte de amanecer o despertar de la música y su clima, la propuesta de El Príncipe Idiota logró colmar las expectativas de su público que también, al igual que con Lichi sonrió con guiños desde arriba del escenario como cuando Fradi mientras tocaba un bajo igual que el usado por Paul en The Beatles comió una manzana en vivo o como cuando el propio Mariano decidió abandonar la silla porque la energía de la música no le dejó ninguna otra opción.