Periodistas versus voceros policiales

22 de marzo de 2017
Diego Pietrafesa

También hubo explicación oficial por los baleados en José León Suárez, pero Rodolfo Walsh no se quedó con eso y escribió Operación Masacre.

Escribo a las apuradas, con las imágenes del tiroteo en la Boca rodando por todos los canales de noticias. Y pienso rápido. No es buen consejo, pero es lo que sale.

Me acuerdo de otra muerte del comedor "Los Pibes". La de Martín "el Oso" Cisneros. Fue asesinado por narcos que trabajaban para la policía zonal. El episodio es injustamente recordado por la toma posterior de la comisaría. Pero la reacción no fue azarosa: quienes conocían al militante popular y sabían del trabajo de la cooperativa fueron a reclamar al sitio donde crecía la raíz del problema.

Me acuerdo de Lucas Cabello, fusilado en la Boca. Tengo bien grabada en mí la versión inicial de los hechos: que la policía había actuado con decisión y coraje ante el ataque de un femicida. Ese relato fue sostenido en público por María Eugenia Vidal, entonces vicejefa de gobierno porteño, que acababa de ser elegida mandataria bonaerense. El uniformado declaró que tiró porque el agresor lo amenazó con un arma. Pero Lucas tenía en el bolsillo un sándwich de milanesa, que acaba de comprar. Las pericias -que pocos medios difundieron- comprobaron que el chico fue fusilado en el piso. Quedó parapléjico.

Hoy escucho entre colegas cómo se difunde el parte oficial. El triste trabajo de dejar de ser periodistas para ser voceros de la Policía. También hubo explicación oficial por los baleados en José León Suárez, pero Rodolfo Walsh no se quedó con eso y escribió Operación Masacre. Veo como se cuestiona que haya vecinos en la calle en plena noche en la Boca. Culpables por charlar en la vereda. Pregunto si ese razonamiento se aplicaría si el tiroteo hubiese ocurrido en un pub irlandés de las Cañitas.

Tiraban desde el auto que escapaba", dice el parte de la fuerza de seguridad. También disparaba Fernando Carrera en Pompeya, juraron oficiales y repitieron a coro los cronistas del relato perezoso, cómodo y funcional. Era mentira.

Debería haber, siquiera, un pequeño refugio para la dignidad profesional. Sin ese resguardo, somos tan asesinos como el que dispara.