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El príncipe: los sórdidos pasillos carcelarios en la Chile de los 70s

Se estrenó la ópera prima del realizador trasandino Sebastián Muñoz, que retrata la relación íntima de dos presos en las postrimerías del gobierno de Salvador Allende.

La llegada a la celda, la iniciación con el jefe del cubículo de 3x3 metros compartido entre cuatro personas. El pasaje del purgatorio al infierno sin escalas. El comienzo de El príncipe, el film del chileno Sebastián Muñoz Costa del Río que acaba de estrenarse en Argentina, pinta un panorama de lo que vendrá en la ficción en los minutos que siguen y, como suponemos desde hace deceños, de lo que se vivió y sigue viviendo entre las paredes de una cárcel en Chile, en Argentina, en China, Ecuador o Afganistán, más allá de los matices.

Se trata de un largometraje áspero, que no esquiva el sexo explícito ante una cámara que oficia por momentos de voyeur indiscreta y en otros participa de la acción como cómplice de escenas que exhiben lo que se presume no mostrable. Los lúgubres rincones de la cárcel que oficia de escenario del drama protagonizado por un siempre sólido Alfredo Castro (El club, Rojo) y el joven Juan Carlos Maldonado, desconocido para el público argentino pero en franco ascenso, enmarcan la relación entre ambos personajes, quienes avanzan en su relación de amantes mientras zigzaguean a la muerte y el sufrimiento físico en los días previos a la llegada de Salvador Allende a la presidencia.

El exasperante clima de encierro que Muñoz logra plasmar en pantalla desde los primeros segundos de relato no dejan espacio para el aliento extra más allá de las rendijas que aparecen en la trama en forma de flashbacks que nos cuentan cómo llegó ahí el príncipe del título, quien se gana el apodo en manos de los internos celosos de la proximidad del recién llegado con el mandamás de pabellón.

Mientras se abraza al dolor de una realidad inesquivable, la pareja protagonista debe atravesar también a los tumbos la llegada al lugar de "el argentino" (a cargo de un Gastón Pauls que otorga a la trama el color de la mueca trágica), situación que resquebraja la endeble armonía que se había empezado a construir.

El film, coproducido con Argentina y Bélgica, podría encuadrarse en el subgénero carcelario pero va mucho más allá porque aporta el valor extra de lo testimonial, sin quedarse con la mera galería de situaciones sórdidas; hay una exploración sobre una característica del sistema penitenciario que de tan evidente parece invisible: las cárceles son para los pobres y los venidos a menos, más allá de cualquier otra brecha social o política. Heterosexuales, o gays, de derecha o izquierda; la desgracia tiene otros colores, otros olores y otros finales cuando no hay dinero para comprar un encierro en buenas condiciones. En este punto El príncipe también dice cosas aunque no se verbalice en boca de sus personajes, como los gritos silenciosos que se ahogan en el concreto de las paredes y en las almohadas de las celdas donde todo precipicio de la carne y el alma fue, es y será posible.

MUY BUENA

El príncipe Chile / Argentina / Bélgica, 2019. Dirección Sebastián Muñoz Costa del Río. Guión Luis Barrales, Sebastián Muñoz Costa del Río. Montaje Danielle Fillios. Fotografía Enrique Stindt. Música Ángela Acuña. Elenco Juan Carlos Maldonado, Alfredo Castro, Gastón Pauls, Césare Serra, Lucas Balmaceda, Sebastián Ayala. 

El príncipe - trailer



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