A 12 años de la muerte de Néstor Kirchner, ¿cuál es su legado?
El Presidente de la Nación llegó al cargo para sorpresa de todos, en un contexto donde tenía todo en su contra, con una herencia de niveles históricos de la línea de pobreza y desempleo, una deuda externa exorbitante y un pronunciado abandono de la creencia en la política.
Néstor Carlos Kirchner nació en Río Gallegos el 25 de febrero de 1950 y murió a los 60 años a causa de una falla cardíaca en El Calafate, el 27 de octubre de 2010. Aquel día se celebraba el Censo Nacional.
Abogado y militante peronista, intendente de Río Gallegos, gobernador de Santa Cruz, diputado por la provincia de Buenos Aires y presidente de la Nación. ¿Qué define a una persona sino los cargos y profesiones que ejerció en vida? Bueno, quizá esa sería una buena biografía abreviada para Wikipedia, para copiar y pegar en la hoja de la escuela para alguna tarea. Pero no es suficiente para quienes, en nuestra temprana adolescencia, aprendimos el valor de la política durante su presidencia.
12 años nos separan de aquella fatídica mañana en donde la noticia de que Néstor había muerto copaba todos los medios de comunicación.
Cuando apareció en el 2003, encabezando la lista del Frente para la Victoria, nadie apostaba un peso por él. Asumió la presidencia con el 22% de los votos, luego de que su oponente, Carlos Menem, se bajara de la segunda vuelta.
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Con Fernando de la Rúa en la presidencia, para fines de 2001 la pobreza había alcanzado un histórico 54% y el desempleo afectaba al 25% de la población activa, no logrando remontar el deterioro del segundo mandato de Menem. Con su renuncia, se sucedió la semana de los cinco presidentes, y finalmente Eduardo Duhalde asumió el cargo en 2002.
Néstor fue el sucesor de Duhalde. En el acto formal de la asunción presidencial, recibió el bastón al revés y lo agitó jugando. Este infantil gesto marcaría la soltura con que se desprendería de ciertas formalidades del Gobierno en años posteriores para acercarse al pueblo con el que se había comprometido.
Presidencia (2003-2007)
Durante su presidencia realizó modificaciones en la Corte Suprema y anuló las leyes de Obediencia Debida y Punto Final, lo que permitió juzgar a los responsables de los delitos de lesa humanidad perpetrados durante la última dictadura militar.
Con la Crisis del 2001, la Argentina había entrado en suspensión de pagos (default) de la deuda externa y a fines de 2004, la deuda total alcanzaba ya los 178.000 millones de dólares. Ese mismo año se llegó a un acuerdo con organismos Internacionales y se reconocieron los intereses atrasados. El 3 de enero de 2006, la Argentina abona totalmente su deuda con el FMI.
Desde el inicio, forjó relaciones estrechas con Lula, presidente de Brasil por entonces. A partir de allí buscó la unidad latinoamericana, convencido de la soberanía política y la independencia económica a la que podía apostar Latinoamérica respecto de las grandes potencias internacionales.
Junto al presidente de Venezuela, Hugo Chávez, y el de Brasil, Lula da Silva, consolidaron el primer paso de esa unidad con el contundente “No al Alca”, en 2005. En aquel acto de Mar del Plata, la región rechazó la pretensión norteamericana de imponer el proyecto del ALCA (Área de Libre Comercio de las Américas). Hugo Chávez recordó en una entrevista el momento en el que el expresidente Kirchner se dirigió a George W. Bush, que estaba sentado en un rincón del salón, y dijo: «No nos vengan aquí a patotear».
Luego, a la política de unidad latinoamericana, se sumaron Tabaré Vázquez, de Uruguay, Evo Morales, de Bolivia, Michelle Bachelet, en Chile, Rafael Correa, en Ecuador, y Fernando Lugo, en Paraguay.
Sus vínculos también se extendieron a Cuba, con Fidel Castro. Con aquellas conexiones apuntaló los acuerdos comerciales en la región (MERCOSUR, UNASUR Y CELAC) y pactó también acuerdos productivos y financieros en la región que permitiesen emplear tecnología propia para que la Argentina se integrase al mundo.
El período 2003-2007 fue, en conclusión, una etapa de evidente avance para la economía argentina. El desempeño productivo fue posible gracias a la mejora que presentó el gasto interno (consumo e inversión) y las exportaciones, lo que logró elevar las reservas del país. La desocupación disminuyó hasta alcanzar el 8%, contra el más del 20% con el que Néstor había asumido.
A las pruebas me remito; los avances en DD. HH. y el alivio para el bolsillo de los trabajadores, propiciados por políticas adecuadas, generaron sin lugar a dudas la revalorización de la militancia política. La juventud, desde entonces, volvió a encontrar esperanza en que la política, con todas sus enormes complejidades y roces, podía cambiar para bien el destino de nuestro país.
