ALUCINEMA | colin farrell | Crítica de Los espíritus de la isla | The Banshees of Inisherin

Los espíritus de la isla: cuando una amistad se rompe porque uno se hartó del otro

Se estrenó una de las mejores películas de las nominadas para los Oscars de este año. El estelar Colin Farrell entrega el mejor trabajo de su carrera.

—¿Hay algo en el periódico?
—Sigue la guerra civil.
—Oh, eso es malo.

Con ese tono, áspero, entre la toma de distancia y el uso minimalista de las palabras, es que se presentan los diálogos-puente de Los espíritus de la isla, el más reciente film de Martin McDonagh, realizador de la recordada Perdidos en Brujas.

Aquí, el angloirlandés, sin relación alguna con aquel trabajo de 2008, repite protagonistas con el dueto Colin Farrell-Brendan Gleeson, que se sacan chispas y hacen que sus labores se ubiquen entre las mejores de sus carreras.

The Banshees of Inisherin, cuya traducción literal es “Las almas en pena de Inisherin”, cuenta ya no el devenir de dos personajes que viven en una isla irlandesa en medio de la guerra civil de 1922-1923, sino el quiebre de la relación entre ellos. ¿El motivo? Uno tan puntual como indiscutible y a la vez difícil de asimilar: uno de ellos se hartó del otro.

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“Estoy harto de escuchar las tonterías que te suceden”, le dice Colm (Brendan Gleeson) a Pádraic (Colin Farrell), quien tiene un pronunciado problema de entendederas y no alcanza a comprender, ni mucho menos tolerar, el vacío que le hace el amigo ya entrado en sus 60 y que prefiere dedicar su tiempo libre a componer música para violín en lugar de escuchar cómo sigue la relación entre su cohabitante isleño y su burra. Y la hermana, porque Pádraic convive con su hermana (Kerry Condon) y comparte con ella habitación. Habitación que, a su vez, ambos suelen compartir con la burra de Pádraic.

Las almas en pena más explícitas de la isla son las de los dos protagonistas, claro, y son todos y todas quienes conviven en ese territorio hostil que en pantalla luce angosto, como si solo se tratara de un poco de tierra, una taberna y mucha agua alrededor, además de los tiros y explosiones que llegan desde el territorio en conflicto.

El film de McDonagh lleva -mucho más allá de lo que lo hizo hasta ahora- el humor negro y la mueca amarga para construir un largometraje que es comedia trágica, que gotea humoradas como puntazos de lo no dicho, o de lo que no debería decirse.

“Preferís ser amigo de un policía que cuando no está borracho abusa de su hijo”, le espeta en una de las escenas más inquietantes del film el despechado tontuelo que compone Farrell a su ex amigo. La frase, que corta el clima de la taberna donde sucede gran parte de la acción, se clava entre Colm y el policía mencionado, cuyo hijo (Barry Keoghan), presente en la escena, aclara:

—Yo no le conté nada, papi.

Así se mueve narrativamente esta espesa historia, como lo es el clima de la isla y lo que en ella sucede, mientras una tenebrosa anciana encarna a los espíritus del título (parte de una leyenda irlandesa), portadores de desgracias y muertes inminentes.

Con austeridad de recursos y producción, la película es puro goce de insolencia y otredad, que, además de recordar a lo mejor de trabajos anteriores del realizador, presenta links con directores como el danés Anders Thomas Jensen o, de lejos pero no tanto, con los estiletazos más arriesgados de cerebros como los de Monty Python, por solo poner dos ejemplos.

Como dato al margen vale subrayar que el largo tiene 9 nominaciones a los Oscar de este año, entre ellos a mejor película, guion, protagónico masculino (Farrell), secundarios (Gleeson, Keoghan) y actriz secundaria (Condon). Que se los den todos.

Los espíritus de la isla (The Banshees of Inisherin) Irlanda / EEUU / Reino Unido, 2022. 110‘ Guion y Dirección: Martin McDonagh. Montaje: Mikkel E.G, Nielsen. Fotografía: Ben Davis. Música: Carter Burwell. Elenco: Colin Farreall, Brendan Gleeson, Kerry Condon, Barry Keoghan. 

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