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Divididos demostró por qué sigue siendo pilar del rock nacional

Era el cumpleaños de Divididos pero, en realidad, fue una fiesta de y para todo el rock nacional. Subió La Renga lo que fue -en boca de Mollo- un acto de justicia porque no pueden tocar en los barrios porteños desde hace un tiempo y hubo otras pocas invitaciones para arriba del escenario porque, en realidad, el invitado más importante fue el público que no paró de saltar y cantar.

Líneas de bajo potentes. Una batería que estalla. Y un guitarrista con voz inconfundible. El power trío que arrancó treinta y cinco años atrás de la mano de Ricardo Mollo y Diego Arnedo, y que desde hace ya bastante sale al ruedo con Catriel Ciavarella le dio una inyección de rock a toda una ciudad que parecía estar como agazapada esperando que alguien prenda una mecha para explotar en un gran pogo. 

Divididos tuvo una fiesta de cumpleaños soñada. Fue este sábado en el estadio Vélez Sarsfield. La foto por los 35 años de la banda quedará en la memoria colectiva como una celebración del rock nacional y, tal como escribe el periodista Hernani Natale para Télam, al show no sólo no le faltó ninguno de los ingredientes que convirtieron al grupo en uno de los más grandes de la escena local y sino que además sorprendió a todo el país con la presencia de La Renga arriba del escenario.

El concierto duró unas tres horas y lo pudieron disfrutar tanto las 40 mil personas presentes en el estadio de Liniers sino también muchas más por la transmisión televisada. La setlist estuvo plagada de temas de “Acariciando lo áspero” y “La era de la boludez”, sus dos discos más populares, aunque también hubo una buena dosis de composiciones de otros álbumes, en especial “Narigón del siglo”. La escenografía fue tan simple como necesaria para recordar que, en tiempos de un pop con anabólicos tecnológicos y estáticos, sólo se necesitan equipos de guitarra y bajo para salir a domar una tribuna gigante.

El oeste de la ciudad de Buenos Aires parece ser uno de los lugares preferidos de la banda: hace un par de décadas atrás se consagraban en ese mismo estadio en el que tocaron ayer pero, en realidad, el lugar favorito en el mundo de Divididos es el Teatro Flores, donde tocan con bastante frecuencia y el que, en cierta forma, ayer estuvo presente también en boca del cantante. “Queríamos convertir el lugar en el Teatro de Flores pero gigante. Espero que haya sido esa la impresión”, explicitó Mollo en el tramo final del concierto, como para despejar dudas. 

Por el escenario pasaron Nadia Larcher, una cantante de folklore súper poderosa, y Gustavo Santaolalla, quien produjo uno de los discos más vendidos de Divididos y que es, por supuesto, una figura importante dentro de la música argentina. Pero podemos decir, sin ningún temor a equivocarnos, que la gran frutilla fue cuando Mollo, Arnedo y Ciavarella se bajaron para que suba La Renga y rompan, al menos durante una canción, el maleficio de no poder actuar en la Ciudad de Buenos Aires. Ellos regalaron una gran versión de “El final es en donde partí” y Mollo dijo, obvio, que era "un acto de justicia". 


Divididos había anunciado el año pasado en conferencia de prensa que iba a festejar sus 35 años de historia con una gira nacional que tendría su parada porteña en Vélez Sarsfield, lo que significaría el regreso al estadio en donde en 1994 coronó las presentaciones de “La era de la boludez”, su disco más exitoso.

La esperada noche se puso en marcha a las 21.50 con “Paisano de Hurlingham” y, hasta el cierre, minutos antes de la 1 del domingo, con el clásico de Sumo “El ojo blindado”, Divididos puso en escena toda su historia. Antes del inicio del concierto, sobre el fondo del escenario descripto más arriba, la carga simbólica también se hizo notar con la proyección de una larga escena en la que un peón de campo observa calmo y en silencio la inmensidad y quietud del paisaje, para luego subirse a un tractor y arrasar con todo el pastizal del lugar.

La “aplanadora del rock” se llevó puesto todo en apenas la primera hora de show, con una seguidilla de alto voltaje por la que pasaron sin interrupciones “Sábado” –con una intro con guiño a “Another One Bites de Dust”, de Queen-, “El 38”, “Cuadros colgados”, “Haciendo cosas raras”, “ La ñapi de mamá”, “Tanto anteojo”, “Los sueños y las guerras”, “Gárgara larga”, “Vida de topos”, “Cabalgata deportiva”, “Azulejo”, “Qué tal” y “La rubia tarada”.


La calma, aunque solo en intensidad sonora, llegó con “¿Qué ves?”, en donde Gustavo Santaolalla con un charango y el violinista Javier Casalla con maestría impregnaron de sonoridades del altiplano al eléctrico reggae. “Una canción que costó pero es como un gran amor”, definió Mollo.

Luego de un breve silencio, el propio guitarrista apareció en un mini escenario montado en el medio del estadio, para una versión en solitario de “Spaghetti del rock”. El regreso al escenario central con la banda a pleno fue con “Vientito del Tucumán”, que tuvo a una estupenda Nadia Larcher como invitada.

El bloque telúrico continuó con “Guanuqueando”, que contó con al grupo Tres Mundos en vientos. La siguiente invitada, la guitarrista Nana Arguen devolvió las sonoridades rockeras, primero con un breve pasaje bluseado de “Despiértate Nena”, de Pescado Rabioso; y luego con “Sisters”. La gran síntesis entre los ritmos folclórico y el power rock lo trajo “El arriero”, interpretada bajo los intimidantes ojos de Atahualpa Yupanqui proyectados sobre las pantallas.

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Una sección de flautas, violín, saxo y gaitas se sumó en el estreno en vivo de “San Saltarín”, el reciente lanzamiento del grupo, y la cantante Leticia Lee engrosó la lista de invitados al descollar en “Amapola del 66”. “Estamos cerca de La Paternal, así que vamos para la calle Artigas, donde vivía Pappo”, dijo Mollo, quien añadió que “estaba Hendrix pero aparece Pappo y dije: ‘Ah, eso se puede hacer acá‘”. Fue el obvio preludio para “Sucio y desprolijo”.

“Crua Chan” recordó una vez más a Sumo y “Cielito lindo” disparó un anunciado pogo, que se extendió con “Rasputín” y “Paraguay”. “Es muy difícil agradecer esto. Es inolvidable este momento”, expresó un extasiado Arnedo cuando ya iba cerrando la noche.

“No lo voy a presentar. Que entre. Es un guitarrista muy querido”, deslizó Mollo antes de arrancar con “Sobrio a la piñas”, a la que se sumó Chizzo Nápoli. Absolutamente fuera de programa, como en una generosa oferta de dos por uno, los que asistieron al show de Divididos se llevaron como yapa el haber tenido el privilegio de ver a La Renga en Buenos Aires. Divididos lo hizo. “Ala delta” y “El ojo blindado” pusieron el moño a una velada que fue un regalo para todos.



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