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"La clase de la tarde", de Laura Kogan: las crisis también transforman

Un matrimonio distanciado, un hijo sordo, y la crisis socioeconómica de la Argentina del 2001 son el detonante de una historia profunda que alberga otras pequeñas historias dentro. Una de las últimas novedades de la editorial Mansalva.

La clase de la tarde de Laura Kogan es una de las últimas novedades de Mansalva, que también publicó Un barco, de la misma autora. Se trata de una novela en la que abundan las reflexiones a partir de la filosofía, la literatura griega y los acontecimientos diarios de los personajes, sumidos en una crisis personal que va de la mano con la de la época en pleno 2001.

Poeta, narradora y bioquímica, Kogan supo amalgamar el arte de pensar y de relatar para dotar de sentido lo que Emilio y Marta experimentan. Emilio es profesor de matemática y, perdido como está en la vida, decide de un día para el otro tomar clases de filosofía presocrática. Este espacio termina siendo más un debate entre amigos y también un diálogo de confidentes.

Emilio está casado con Marta, que trabaja en una fábrica textil como administrativa, pero los separa una distancia que los dos reconocen secretamente, pero que no blanquean hasta el final. Una situación con la que cualquier persona puede empatizar, y también lo que le sigue: infidelidades. Pero hay un tercer integrante de la familia: Santiago, un adolescente sordo.

La discapacidad, incomprendida por tanta gente, se inmiscuye en la vida conyugal y en las expectativas del padre, que cría a su hijo lo mejor que puede, pero sin lograr superar la etapa de duelo. Normalmente, cuando los padres tienen un hijo con discapacidad, lo sienten injusto, y en algún punto duelan aquello que tenían planeado para su hijo y a lo que, creen, no podrá acceder. Esto es lo que vive Emilio, más que Marta, quien parece comprender la discapacidad de un modo que no duele.

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Luego llega la relación con la piba, Carmen, que empieza mucho antes de siquiera conocerse, porque representa para Emilio un escape a una vida que no le satisface. Carmen significa una interrupción en lo cotidiano, una novedad, la frescura que le gustaría perseguir. Una vida clandestina.

En medio de todos estos sucesos se desarrolla la crisis del 2001, el atentado a las Torres Gemelas, el levantamiento civil de diciembre, la represión, el desempleo, la depresión generalizada. En eso, Marta pierde su empleo y se pregunta entonces quién es ella sin trabajar. El problema le significa también una crisis de la identidad, porque en el sistema capitalista, somos nuestro trabajo. Se siente fuera del mundo, y así lo explica: “Le parecía haber perdido el lugar desde donde se leía el mundo, como si perdido el salvoconducto de circulación legítimo, hubiera quedado afuera de los temas centrales, sin poder hablar en el idioma con el que día a día se participa de las cosas importantes”.

Todos estos conflictos, de naturalezas muy distintas, y que, sin embargo, se interrelacionan como una cadena de hechos, suponen para el lector el ejercicio de la empatía, del razonamiento y, tal vez, un acercamiento a los planteos de Tales y Heráclito y otro poco sobre La Ilíada.

Al finalizar la lectura hay un detalle que lo organiza todo: el libro está dividido en cuatro partes, cada una acompañada de una frase que parece no tener sentido hasta que se lee.

Parte I: “No es fácil explicar este cambio tuyo”

Parte II: “Si la luna sonriese, se te parecería”

Parte III: “Y que parece haber sufrido una suerte de bombardeo particular”

Parte IV: “En esto consiste la novedad”

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